Yo le echaba la culpa al revelador. No podía ser que el Ilford Multigrade que había comprado me diera un resultado tan horrible con el papel Ilford Multigrade. En la primera tanda de revelado me fundí un paquete de 10 hojas de 24x30 cm, literalmente convertidas en una antología de la chapuza fotográfica. Con mi luz roja no me daba cuenta de que el blanco se iba oscureciendo.
No comprendía cómo, si los negativos estaban perfectos, podía sacar unas ampliaciones en papel tan grises y poco contrastadas. Le pregunté a Alfonso y me sugirió que podía ser el difusor de la ampliadora, pero lo comprobé y estaba bien.
Incluso fui a la tienda donde compré el material y les dije que el revelador estaba defectuoso y lo cambié por uno de Tetenal.
Otra opción que me plantearon algunos compañeros del Foto Club Valencia era que el papel estaba en mal estado, cosa que descarté porque había hecho alguna prueba con otros papeles obteniendo igual resultado.
La clave la encontré llevando una muestra al FCV. Pilar, Toni y Alfonso fueron tajantes. "Este papel está velado". Y comenzó el interrogatorio que al final tuvo como diagnóstico que soy un pardillo en esto. Estaba usando como luz de laboratorio una bombilla roja que compré en la ferretería del pueblo.
Aquel momento, aparte de notar cómo me iba tragando la tierra por momentos, comprendí que no vale cualquier luz roja. Por suerte tenemos a San Alfonso en el Foto Club, que me trajo un par de bombillas de seguridad para laboratorio y un vinilo rojo con el que he forrado la bombilla de mi improvisado laboratorio, y el cambio ha sido radical.
Anoche disfruté como mi hijo en el parque de bolas y ya tengo mis primeras cinco fotografías para la exposición. Supongo que con la práctica iré mejorando. Qué cierto es aquello de que "de los errores se aprende".
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